Primera avería en la furgo. La cosa no está tan fea, pues hemos podido parar en la calzada y estamos cerca de Valle. Ferran se ha marchado en busca de un mecánico, allá donde se esconda, y Siria y yo estamos en la puerta de una casa cercana.
¿Será el castigo por no fiarme de la “señora tortuga”? No me importa que vaya lenta, ni que esté viejita pero…ya se sabe, prejuicios sobre una camioneta de 30 años…
Dicen que el que espera desespera, pero yo no tengo prisa por oír el desalentador veredicto: la junta de culata a tomar por culete, los manguitos no pudieron soportar la profundidad, las refracciones del motor eran las de una bicicleta…qué sé yo.
La resignación es otra buena ciencia, y saber tan poco sobre motores como yo da una cierta paz interior a cerca de la ineficacia de mi preocupación ¿qué podría hacer más que mirarlo fijamente, con los brazos en jarra, y mover el pie a ritmo de meditación?
Tengo intención de aprender, de prestar atención cuando el señor mecánico juzgue la situación, pero se me hace tan frágil como operar un corazón, y más feo si cabe.
En fin, leamos alguna fábula mexicana de terror para apreciar la falta de gravedad de esta situación.
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Vino el “don” con un coche destartalado y una mochila escolar a modo de maleta de herramientas. “Es el motor de arranque”, pero ya llevaba un buen rato dándole al contacto y nada…se marcha y comienza a llover, y yo sigo con mi actitud impasible ¿un cigarrito?
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Ya está todo arreglado, pero han pasado más de 5 horas desde el comienzo de la avería. El señor mecánico se fue y vino con piezas nuevas como 4 veces, y en una de aquellas se le fueron casi 2 horas, así que nuestra cara se fue descomponiendo en una mueca de indignación y vergüenza ¡nos han estafado! Se había marchado con el distribuidor y 500 pesos para comprar uno nuevo, y no tenía pinta la cosa de que fuera a regresar. Convencí a Ferran para llamar a la policía, que aquí tienen menos cara de malignos, y vino un muchacho que le acompañó hasta el taller del fugitivo. ¡De nuevo Ferran en el coche de la policía, qué tiempos aquellos! ;)
Llegaron al taller y allí estaba el hombre, jugando a los puzzles con nuestro distribuidor, y asegurando que pensaba volver cuando terminara las 1000 piezas.
El resultado fueron 6 horas de espera, 600 pesos menos, 10 cigarros más y un agujero estomacal por el hambre, pero la furgo arrancó y desde entonces seguimos en camino.
-EVA-
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Voy a empezar añadiendo algo a los comentarios de Eva sobre la Pequeña Konrad; hoy hemos tenido otro pequeño percance, pero esta vez no ha sido su culpa:
Estamos en Morelia, estado de Michoacan, una de esas grandes ciudades de México, aparentemente tranquila, y por cierto muy bonita y limpia, aunque luego nos hemos dado cuenta de que eso sólo era la parte donde nosotros nos alojábamos, ya que pasamos de dormir en la furgo en las ciudades, por el tema de la seguridad.
Nos hemos hospedado en un hostal que cuesta unos 13€ al día, pero muy chulo, con una terraza general dónde puedes compartir experiencias con otros viajeros, jugar por ejemplo al dominó con extraños, como hace ahora Eva… bueno, eso, lo que se diría familiar.
Y para no hacer la historia larga (como dicen aquí los que se enrollan mucho) iré al grano; Después de pasar el día viendo la ciudad, andando unas 8 horas seguidas, compramos algo de comida para llegar y cenar, y cuando estábamos a puntito de entrar al hostal hemos oído una voz lejana que decía:
- ¿Es de ustedes la Combi que está aquí estacionada?-
- Si, ¿qué molesta?
- No, es que a la tarde le han roto el vidrio…
Al acercarnos al cristal que señalaba, éste ya no estaba, y la radio tampoco, y el interior estaba lleno de cristalitos diminutos.
Nos contó este señor que por la tarde llegó un tipo con pinta de rapero yanki, rompió el cristal con una bujía y arrancó la radio sin compasión. Pero aún así hemos tenido suerte, os explico: tenemos, o mejor dicho, teníamos dos radios que iban en el carro, una muy chunga que es la que utilizamos y no nos han robado y otra, la que sí, que era una pasada, con lector de DVD y conectada a una tele que hay dentro de la furgo, pero no funcionaba nada, así que… ¡Que se joda!!
No nos lo hemos tomado nada mal, sabemos que los imprevistos van a ocurrir día a día, y hoy estábamos algo extrañados de que no había ocurrido nada extraordinario. Lo único ha sido pagar unos pesos para que pongan uno nuevo y acortar algún día el viaje, ya se sabe, cuanto menos dinero, menos tiempo.
Aquí hay dos frases que se dicen bastante, una de ellas es que menos la muerte, todo se arregla con dinero, y la otra es la de ¡Viva México cabrones!, que ahora la entendemos del todo.
Cambiando radicalmente de tema, siento la necesidad de contar algo sobre la sociedad mexicana. Creo que la palabra "menso" viene de aquí, y si no, debería. Las personas son extremadamente amables, educadas, etc; pero también extremadamente mensas, así como si se hubieran tomado doce tranquimacines mezclados con ron y luego se hubiesen fumado un porro.
Ejemplo:
Entras a un bar, loco por echar un cafelín, ves una cafetera, y le preguntas a la camarera ¿Tienen café? Ella te mira, mira la cafetera, te vuelve a mirar, mira el calendario y dice –mmm, sí, pero es que… los martes no- Ahora nos hace gracia, pero en ese momento que creíamos que habíamos encontrado un oasis en medio del desierto, imaginad, se convirtió en un simple espejismo.
Ejemplo 2:
Unos días más tarde, aquí en Morelia, Eva, la adicta a los cafés Express que son imposibles de encontrar aquí ve a lo lejos un garito bastante de lujo que ponía en su cartel de entrada “Café Europeo”, buah!! Ahora sí!! Ferran, espera fuera que voy a pedir unos cafés del tiempo y lo tomamos en la plaza.
Cuando volvió yo ya estaba calcinado del Sol por el tiempo de espera, y le digo ¿Qué cojones…? Me contó que habían seis personas en el interior, un montón de cafeteras, ningún cliente y ella dijo: - Por favor, dos cafés Express con hielos. Ahí empezó la confusión, pues los hielos no cabían en el vaso de Express, ella pidió un vaso de café americano, había que pagar más, luego había que explicárselo a la chica de la caja, luego a otra muchacha que era la encargada de darle a la cafetera, luego al chico que debía poner los hielos, luego repetir que no había problema en pagar 5 pesitos más por el vaso y que después de tanto jaleo, poner un hielito del tamaño de una uña no era suficiente.
El ejemplo 3 podría ser perfectamente lo que cuenta Eva con el mecánico.
Ejemplo 4.
Entramos a un bar, para variar,
-disculpen por favor, ¿Qué tienen para cenar?-
- Pues tenemos tortas de pollo, carne de res con patatas y ensalada, quesadillas, tacos, huevos al gusto, etc-
- Pues, ¿me puede poner una torta de huevo, pollo y lechuga?
- Mmm, pues lo siento mucho, pero eso no lo tenemos…
-¿eh?
Y así podríamos describir cientos de ocasiones, pero bueno, como somos muy buenos chicos y muy majos actuamos con paciencia y les explicamos que en realidad las cosas no son tan complicadas como a veces parecen.
Ferran.
PD: intentaremos contestar a vuestros cometarios dentro del apartado de comentarios, para no dejarnos a nadie. En la última entrada lo hiciomos, a ver si seguimos con esa buena costumbre.
Un abrazo para todo@s
