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De Estado de Morelos |
Tras salir de allí y comer unos tacos con nuestro amigo Raúl fuimos a visitar un pueblo llamado Taxco, característico por la venta de plata de sus grandes minas, las cuales ya están vacías, pero la gente sigue yendo a comprar como si mañana se acabara el mundo pese a que el material ya es importado de otros países (¿dejaron los españoles algún tesoro en estas tierras, que no se pudiera cargar en sus barcos?...). Había gente de todos los lugares comprando, desde gringos, hasta algún chino de estos que nunca faltan. La verdad es que al final yo también caí, me compré unos pendientes de pirata que tanto tiempo andaba buscando, buenos, bonitos y baratos.
El pueblo entero era una constante cadena de tiendas y tenderetes vendiendo el precioso metal, pero lo mejor sin duda fue la majestuosidad de un pueblo colgando de las montañas, con teleféricos para poder subir sin morir a las partes más altas.
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De Estado de Morelos |
Durante la vuelta a casa de Soledad y Raúl, Eva y yo decidimos que al día siguiente emprenderíamos nuestro viaje en solitario con la Combi, así que nos acostamos pronto para poder madrugar y empezar fresquitos la nueva etapa.
El martes nos levantamos de la cama con ilusión, y tras desayunar, mientras Eva preparaba el equipaje para partir yo salí fuera a calentar un poco la furgoneta ya que había estado unos días parada, pero aquí vino el primer percance: ésta no arrancaba, por alguna extraña razón se había quedado sin batería… y lo que iba a ser un día de viaje se convirtió en un día de compras de batería, de llevar la vieja a cargar para tenerla de repuesto, de pasar por un mecánico para asegurarnos de que todo lo demás estuviese correctamente y poder despegar tranquilos; al final todo bien, pero con un día de retraso.
Aunque al día siguiente salimos temprano, entre hacer unas compras, hacer un seguro y comer, se nos hicieron las tantas de la tarde, pero nuestro destino era Malinalco y no pensábamos retrasarlo ni un día más. Así que con algo de temor de que nos cayera la noche y pese a las miles de advertencias de que jamás hay que conducir de noche en México, salimos hacia allí.
El camino era precioso, una pequeña carretera llena de baches por la alta montaña y en muchos momentos por encima de las propias nubes, viendo como el Sol se iba ocultando cada vez más y la carretera parecía no tener fin. Pero… qué ven nuestros ojos, un oasis, una pequeña aldea con algunos letreros de “Regaderas (duchas) a 3 pesos”, “baños bien limpios” y por fin “se rentan cuartos”, ya que sin un toldo para tapar el techo de la Combi, no podemos dormir dentro porque cala el agua. Eva preguntó a una amable señora por el precio y si podían entrar perros, contestó que sí, ¡bien! Entre que aparcamos y sacamos el equipaje la noche era cerrada y llovía a cántaros, pues aquí es época de lluvias, todos los días son soleados y todas las noches llueve muchísimo tras avisar el cielo con unos truenos verdaderamente espantosos.
Al entrar, no había luz, la señora nos entregó una vela, pasamos por dentro de su minúscula y desordenadísima tienda de comidas, bebidas y baratijas y nos dijo que saliendo fuera y subiendo las escaleras podíamos llegar a la habitación.
Al llegar a ésta, mejor dicho al zulo, el lodo de apoderó de nosotros. Sin más luz que la de la vela, en un cuarto en plena terraza con un sillón mugriento seguramente lleno de pulgas, una cama que deshicimos para asegurarnos de que no hubiesen arañas ni alacranes (Morelos es el estado que más alacranes tiene y más peligrosos), esquinas llenas de telarañas con sus respectivos huéspedes y los techos húmedos y llenos de mosquitos, unos muertos y otros no.
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De Estado de Morelos |
Haciendo de tripas corazón nos acostamos en aquella cama llena de agujeros en el colchón y que sobresalían hierros por las esquinas, oyendo llover, los fuertes truenos, mirando al techo y deseando que amaneciese lo antes posible… creo que algún ratito nos dormimos.
Aquí tenéis un vídeo recopilatorio de esta última semana:
La próxima entrada será el relato de nuestra estancia en Malinalco, sin prisas, asombrosa, encantadora y apacible, pero lo bueno se hace de esperar.
Ferran